viernes, 10 de noviembre de 2017

EL VALOR DEL PADRE

El otro día, me encontré leyendo el interesantísimo artículo de opinión de Eva Bailén “Antesmuerta que ser una madre helicóptero” que trataba, entre otras cosas, sobre tipologías y etiquetas que enumeran a los diferentes tipos de madres según sus dejes:

Madre tigre: a la que tiene la disciplina, y un elevado nivel de exigencia y control para con todas las facetas del hijo.

Madre tóxica: Aquella que proyecta sus insatisfacciones y/o problemas emocionales sobre su prole, generando diferentes carencias afectivas sobre ella.

Hipermadre o madre helicóptero: Aquellas que están revoloteando siempre sobre el hijo, provocando múltiples incapacidades en él, debido al encorsetamiento e/o interferencia en su desarrollo, debido a altos niveles de sobreprotección…

En conjunto, hace un irónico, pero ilustrativo repaso a ciertos estereotipos de maternidad que se dan. Acto seguido, picado por la curiosidad, procedí a buscar alguna información que, de forma paralela se ocupase de los padres (sector que me toca), pues bien, nada. Desaparecidos. Multitud de artículos sobre temas relacionados con aspectos de la paternidad, pero crítica (u observación) directa, irónica o jocosa, nada.

Entre otras evidencias, esto me da a entender que los papás, todavía tenemos mucho que avanzar en nuestra implicación como padres. Es cierto que cada vez un número mayor de papás nos vamos implicando más en la crianza de nuestros hij@s, pero aún queda mucho por hacer.



Cierto es que, debido a la injusta diferencia salarial  entre hombre y mujeres, esto  provoque que en la mayoría de hogares se prefiera por mantener al padre en la figura del proveedor y focalizando su tiempo/energías en esa función, dejando a la madre “sola en la retaguardia”. También los convencionalismos o clichés sociales tienen su parte de incidencia. Incluso en hogares donde el esfuerzo laboral es compartido, el hombre suele dejar las tareas propias en manos de la mujer.

Insisto: vamos progresando, pero aún tenemos que avanzar muchísimo en ese terreno para apoyar a nuestras compañeras de viaje y ganar presencia en la crianza de nuestros hijos, hemos de ampliar el rol de proveedores materiales a ser también los proveedores afectivos, papel en el que tenemos mucho margen de mejora.

Infinita es la bibliografía que incide en el beneficio de la presencia patente y positiva que proporciona la presencia del padre, complementando y extendiendo el apego y afecto de la madre sobre la prole.  Esto redunda en niños que crecen con una base personal y emocional más consistente para enfrentar la vida futura.

La participación activa del papá en la crianza influye en diversas áreas: salud física y mental, autoestima, socialización, rendimiento escolar, desarrollo cognitivo, mayor tolerancia a la frustración, reducción de los prejuicios sexistas, mayor autocontrol... por citar algunas.



El germen de la imagen que se hace el niño de sí mismo y lo que conforma la base de su autoestima, viene dado por la confrontación de los diferentes informaciones/respuestas obtenidas por contraste entre la madre y el padre (Beebe, 1998).

Al interactuar con ambos progenitores, conoce diferentes formas de sentirse, de experimentar y realizar aprendizajes acerca de sí mismo. La correlación entre su yo interno y la diferenciación entre las interacciones madre-niño y padre-niño, favorece el desarrollo tanto del sentido de identidad como el del Ser único que actúa.

Examinando bibliografía relacionada, existen tres áreas del comportamiento infantil que resultan particularmente importantes e influenciadas por una presencia paterna afectiva y positiva.

1.       El padre tendería a colaborar en la natural autonomía e independencia progresiva del hijo, facilitando el proceso de separación-individuación de la primera figura de vínculo emocional, la madre (Pacella 1989).
2.       El padre impulsaría la diferenciación y la identificación/tipificación sexual en los hijos (Lamb, 1977 y 1981).
3.       El padre promovería la adquisición de los valores sociales y, por consiguiente, el desarrollo moral (Lamb, 1986)

Evidentemente, la ausencia (real o por actitud) del padre en estos procesos de desarrollo psicológico, no tiene que derivar en problemas asociados a estas áreas. A veces sería deseable la ausencia, antes que una mala praxis o toxicidad en la interacción, por ejemplo. A lo que debo añadir que , evidentemente, la ley de probabilidades es inflexible; cuanto mejor y mayor apoyo afectivo tengan los pequeños en desarrollo, más fortalecidos y mejor estabilidad y salud psicológica generarán, minimizando riesgos sobre resultados negativos y/o no pretendidos en su autoimagen, su autoestima y en una correcta asunción de roles..

El valor del padre, como compañero de equipo para su pareja, como referente para sus hijos y como agente socializador es fundamental, para los que vienen a este mudo y también para ellos, para nosotros, pues se ha constatado los cambios psíquicos y físicos de los hombres que actúan con gran implicación con la madre y en la crianza de la descendencia, documentándose cambios hormonales, metabólicos e incluso en algunas estructuras cerebrales…


BIBLIOGRAFÍA

Beebe, B. (1998), “A procedural theory of therapeutic action: Commentary on sympo sium on Interventions that effect change in psychotherapy”. In Infant Mental Health Journal, 19, pp. 333-340.

International Journal of Developmental and Educational Psychology, Nº 2, 2007. ISSN: 0214-9877.

Lamb, M.E. (1977), “Father-infant and mother-infant interactions in the first year of life”. In Child Development, 48, 167-181.

Lamb, M.E. (1981), (a cura di), The role of the father in child development, New York, Wiley.

Lamb, M.E. (1986), “The changing roles of fathers”. In M.E. Lamb (a cura di), The fathers’ role: applied perspectives. New York, Wiley.


Pacella, B.L. (1989), “Paternal influence in early child development”. In S.H. cATH, a. Gurwitt e L. Gunsberg (a cura di), Fathers and their families (pp. 225-244). London, The Analytic Press.

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