EL VALOR DEL PADRE
El otro día, me encontré
leyendo el interesantísimo artículo de opinión de Eva Bailén “Antesmuerta que ser una madre helicóptero” que trataba, entre otras cosas, sobre
tipologías y etiquetas que enumeran a
los diferentes tipos de madres según sus dejes:
Madre tigre: a la que tiene la
disciplina, y un elevado nivel de exigencia y control para con todas las
facetas del hijo.
Madre tóxica: Aquella que proyecta sus
insatisfacciones y/o problemas emocionales sobre su prole, generando diferentes
carencias afectivas sobre ella.
Hipermadre o madre helicóptero:
Aquellas que están revoloteando siempre sobre el hijo, provocando múltiples
incapacidades en él, debido al encorsetamiento e/o interferencia en su
desarrollo, debido a altos niveles de sobreprotección…
En conjunto, hace un irónico,
pero ilustrativo repaso a ciertos estereotipos de maternidad que se dan. Acto
seguido, picado por la curiosidad, procedí a buscar alguna información que, de
forma paralela se ocupase de los padres (sector que me toca), pues bien, nada.
Desaparecidos. Multitud de artículos sobre temas relacionados con aspectos de
la paternidad, pero crítica (u observación) directa, irónica o jocosa, nada.
Entre otras evidencias, esto
me da a entender que los papás, todavía tenemos mucho que avanzar en nuestra
implicación como padres. Es cierto que cada vez un número mayor de papás nos
vamos implicando más en la crianza de nuestros hij@s, pero aún queda mucho por
hacer.
Cierto es que, debido a la
injusta diferencia salarial entre hombre
y mujeres, esto provoque que en la
mayoría de hogares se prefiera por mantener al padre en la figura del proveedor
y focalizando su tiempo/energías en esa función, dejando a la madre “sola en la
retaguardia”. También los convencionalismos o clichés sociales tienen su parte
de incidencia. Incluso en hogares donde el esfuerzo laboral es compartido, el
hombre suele dejar las tareas propias
en manos de la mujer.
Insisto: vamos progresando,
pero aún tenemos que avanzar muchísimo en ese terreno para apoyar a nuestras
compañeras de viaje y ganar presencia en la crianza de nuestros hijos, hemos de
ampliar el rol de proveedores materiales a ser también los proveedores
afectivos, papel en el que tenemos mucho margen de mejora.
Infinita es la bibliografía
que incide en el beneficio de la presencia patente y positiva que proporciona
la presencia del padre, complementando y extendiendo el apego y afecto de la
madre sobre la prole. Esto redunda en niños
que crecen con una base personal y emocional más consistente para enfrentar la
vida futura.
La participación activa
del papá en la crianza influye en diversas áreas: salud física y mental, autoestima,
socialización, rendimiento escolar, desarrollo cognitivo, mayor tolerancia a la
frustración, reducción de los prejuicios sexistas, mayor autocontrol... por
citar algunas.
El germen de la imagen que se
hace el niño de sí mismo y lo que conforma la base de su autoestima, viene dado
por la confrontación de los diferentes informaciones/respuestas obtenidas por
contraste entre la madre y el padre (Beebe, 1998).
Al interactuar con ambos progenitores,
conoce diferentes formas de sentirse, de experimentar y realizar aprendizajes
acerca de sí mismo. La correlación entre su yo interno y la diferenciación
entre las interacciones madre-niño y padre-niño, favorece el desarrollo tanto
del sentido de identidad como el del Ser único que actúa.
Examinando bibliografía
relacionada, existen tres áreas del comportamiento infantil que resultan
particularmente importantes e influenciadas por una presencia paterna afectiva
y positiva.
1. El
padre tendería a colaborar en la natural autonomía e independencia progresiva del
hijo, facilitando el proceso de separación-individuación de la primera figura
de vínculo emocional, la madre (Pacella 1989).
2. El
padre impulsaría la diferenciación y la identificación/tipificación sexual en
los hijos (Lamb, 1977 y 1981).
3. El
padre promovería la adquisición de los valores sociales y, por consiguiente, el
desarrollo moral (Lamb, 1986)
Evidentemente, la ausencia
(real o por actitud) del padre en estos procesos de desarrollo psicológico, no
tiene que derivar en problemas asociados a estas áreas. A veces sería deseable
la ausencia, antes que una mala praxis o toxicidad en la interacción, por
ejemplo. A lo que debo añadir que , evidentemente, la ley de probabilidades es
inflexible; cuanto mejor y mayor apoyo afectivo tengan los pequeños en
desarrollo, más fortalecidos y mejor estabilidad y salud psicológica generarán,
minimizando riesgos sobre resultados negativos y/o no pretendidos en su
autoimagen, su autoestima y en una correcta asunción de roles..
El valor del padre, como compañero
de equipo para su pareja, como referente para sus hijos y como agente
socializador es fundamental, para los que vienen a este mudo y también para
ellos, para nosotros, pues se ha constatado los cambios psíquicos y físicos de
los hombres que actúan con gran implicación con la madre y en la crianza de la
descendencia, documentándose cambios hormonales, metabólicos e incluso en
algunas estructuras cerebrales…
BIBLIOGRAFÍA
Beebe, B. (1998), “A procedural theory of
therapeutic action: Commentary on sympo sium on Interventions that effect
change in psychotherapy”. In Infant Mental Health Journal, 19, pp. 333-340.
International Journal of Developmental and
Educational Psychology, Nº 2, 2007. ISSN: 0214-9877.
Lamb, M.E. (1977), “Father-infant and mother-infant
interactions in the first year of life”. In Child Development, 48, 167-181.
Lamb, M.E. (1981), (a cura di), The role of the
father in child development, New York, Wiley.
Lamb, M.E. (1986), “The changing roles of
fathers”. In M.E. Lamb (a cura di), The fathers’ role: applied perspectives. New
York, Wiley.
Pacella, B.L. (1989), “Paternal influence in
early child development”. In S.H. cATH, a. Gurwitt e L. Gunsberg (a cura di),
Fathers and their families (pp. 225-244). London, The Analytic Press.
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